Hace unos días, mi querido profesor y amigo Manuel Sanchís i Marco publicaba en El Levante MV una reseña de opinión titulada “la amistad en tiempo de desolación“.
Ni que decir tiene que he disfrutado de su lectura. En el artículo, el profesor Sanchís nos regala un texto casi poético sobre la amistad durante la situación indómita que vivimos en estos días de pandemia y confinamiento.
Tengo que decir que me cuesta reconocer en ese escrito al hombre tremendamente jovial que sé que es. Es como si, en algún momento de estos largos meses de encierro, hubiera sentido la necesidad de reivindicarse ante el “tele-contacto” que ha dominando nuestra existencia: las clases en la universidad se vuelven “en línea”, las reuniones se vuelven “tele-reuniones“, las conferencias y encuentros científicos se convierten en “tele-conferencias”, y el contacto con alumnos y colegas se traslada a la pantalla del ordenador. Creo que en algún momento podemos identificarnos con esa sensación que Manuel describe desde su talante prospectivo.
El texto se inicia con un párrafo realmente desolador, haciendo honor al título del artículo. Esta frase “…ante esta peste que envenena nuestros cuerpos, hiere nuestros espíritus, nos encierra en una muralla interior y nos roba los abrazos”. Es sobrecogedora y, a la vez, está cargada de significado. Dibuja ese conducto de la afectividad cuerpo-abrazo-espíritu que, al recorrerlo, encontramos tremendamente placentero y que es el regalo de la buena amistad. El abrazo, estoy de acuerdo, es una poderosa conexión entre nuestro plano corporal y el espiritual, armonizando esa dualidad que nos caracteriza como seres.
No podemos suplir con
tecnología
la necesidad de contacto y
calor humano.
Me identifico plenamente con el mensaje que creo ver en el trasfondo del artículo: no podemos suplir con tecnología la necesidad de contacto y calor humano. Por que esa necesidad nos define. Vernos forzados a ello, puede sumirnos en un estado de melancolía e, incluso, convencernos de que hemos sido olvidados (traicionados). Sanchís reivindica así la voluntad del ser de vivir en sociedad, “como nos enseñó Aristóteles, somos animales con razón verbalizada y, por eso mismo, queremos vivir en sociedad“, dice el autor.
Tengo que decir que, en lo que a mí respecta, me cuesta identificarme con la siguiente posibilidad: “La distancia física o afectiva puede paralizar esos lazos, y cuando la voluntad de mirarse a los ojos enflaquece la amistad queda depauperada“.
En mi opinión, si algo nos deja esta experiencia es la buena amistad al descubierto. Digamos que nos ha despojado de abrazos supérfluos (por analogía a las imágenes literarias creadas por Sanchís). La buena amistad, así como la buena economía, tiene formas de manifestarse.
La buena amistad, así como
la buena economía,
tiene formas de manifestarse.
Esa amistad se ha mostrado con total nitidez en estos días de tele-abrazos. Han sido esas conversaciones que han surtido efecto como antídoto ante esa “peste que envenena”. Todos las hemos podido identificar: esas personas que nos han devuelto la paz de espíritu, que han convertido nuestras murallas del alma en setos de un bello jardín. En él nos hemos “sentado juntos” a disfrutar de la calidez del encuentro. Jardines del alma donde hemos conectado nuestros espíritus en una suerte de ensoñación.
Con los buenos amigos hemos encontrado el conducto afectivo al más puro estilo del romanticismo del XVIII. Citando a Bodelier: “Decir romanticismo es decir arte moderno: o sea intimidad, espiritualidad, color, ansia de infinitud, expresado por todos los medios que el arte tiene a su alcance”. Por todos los medios posibles, precisamente. Nos hemos intercambiado poemas, escritos… y aprovechado cualquier excusa para “encontrarnos”.
Así que sí, querido amigo y profesor, celebro contigo la buena amistad, reivindico los abrazos y espero “despertar” para que podamos volver a ellos cuanto antes.
Entre tanto: tele-lerele, humor, amor y Beginaje.
Belén GC Groot Begijnhof - Leuven
Belén, mi querida amiga, es muy bonito todo lo que has escrito. Al leerlo, uno se da cuenta de que no está escrito con las manos sino con el pecho, lleno de emoción. Me alegro de que mi nota te haya sugerido tantas ensoñaciones…Sin saberlo, ahora me doy cuenta de que lo que pretendía el artículo, que no tiene valor en sí mismo, era eso precisamente, provocar reacciones en el lector, y creo que por eso, y sólo por eso, tiene valor, sólo en la medida en que los ojos y la lectura de los otros se lo dan. Amplium Flexum, Manolo
Gracias a tí. Hay que seguir aportando 🙂
Me ha gustado mucho. El contacto humano no lo puede suplir la tecnología, pero esta nos sirve mientras tanto para acercarnos, o más bien para saber que estamos cerca (aunque no sea físicamente).
Lo curioso de los buenos amigos es que a veces parecen no estar cuando no pueden estar (porque los ritmos de la vida suelen complicar el contacto seguido) pero SIEMPRE están y pueden estar -buscando el tiempo y haciéndonos con ello un precioso regalo- , cuando uno los necesita y les pide que estén porque al final SIEMPRE han estado ahí manteniendo un lazo mágico e invisible, pero constante y profundo, que ocasionalmente se plasma delicadamente en la realidad del día a día.
Gracias, amiga. Por darte el tiempo de leer y comentar. “Reenfocarse” es importante, ¿verdad?
Escribir, leer, replicar y comanter, ayuda.
Nos vemos pronto.
😉